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miércoles, 21 de agosto de 2013

lunes, 19 de agosto de 2013

La Reina este año en Mallorca ha vuelto a dar una lección magistral de elegancia

Esteban Mercer-Palma



Este verano la reina doña Sofía ha vuelto a dar una lección magistral de elegancia. Muchos notan que está siendo un verano distinto. De gran inquietud con respecto a las relaciones de la primera familia de España con Palma y con las Balears. El año pasado ya se vivió una situación parecida pero el desconcierto que la familia real está causando en Palma, lejos de calmarse como era de suponer, en un esfuerzo extra que debía provenir de los Príncipes de Asturias, herederos de la tradición monárquica que se basa fundamentalmente en las costumbres y en el amor a la tierra y a la casa, más que en ninguna otra premisa política, no ha sucedido.

 Todo lo contrario. Ha sido catastrófico. La espantada de doña Letizia ha causado un gran malestar, tanto que ya nadie quiere ni puede disimularlo. El gesto del Príncipe de permanecer unos días más junto a su madre en cambio ha sido muy bien valorado, y es que en Mallorca llegaron a ser casi unos ciudadanos más. Queridos y muy valorados entre la ciudadanía que llegó a creerse que esta historia de amor duraría para siempre.

 Pasar los veranos en Marivent era una costumbre muy arraigada desde hace más de cuarenta años, que es cuando con don Juan Carlos de Borbón tomó posesión de una casona destartalada volcada sobre el mar que de palacio sólo tiene el nombre y, eso sí, una situación privilegiada. Durante años, este paraíso, se llenó con una familia española como tantas otras de posición desahogada que recibía a sus parientes y amigos en un ambiente de relajo absoluto, de polo y bermudas.

 No es difícil verla callejear por las calles más céntricas de Palma. Este que suscribe la ha visto en varias ocasiones ir de tienda en tienda acompañada de sus hijas y sobrinas, las griegas y las españolas, perderse en el Corte Inglés de Jaime III durante horas, comprar alpargatas de Castañer, zapatos con cuña de Ursula Mascaró o abarcas menorquinas de todos los colores.

 Puso de moda las doradas o las plata para las noches de gala en La Almudaina, el palacio real de verdad donde se celebran las solemnidades. Nunca falta una visita al taller tienda de la joyera Isabel Guarch, que crea inspirándose en la tradición de la orfebrería mallorquina más tradicional transformando las piezas de siempre en obras vanguardistas. A la reina le pirran las chucherías y los abalorios en oro y piedras semipreciosas. Llega a Mallorca y ya solo usa la cruz de Calatrava o el cordoncillo de oro grueso enrollándose entre multitud de cadenas y dijes que cuelgan sobre camisolas pijama sedosas o de algodones y linos finos de colores estridentes. De joven usaba caftanes maravillosos y sharis de la India que lucía en el Club de Mar, donde estaba la discoteca de moda y donde le gustaba bailar. Agnelli, Onasis, Thyssen les hacían compañía.

 Un artista de reconocido prestigio cuenta, prohibiendo dar su nombre, que un día estaba trabajando en su estudio, descamisado y sucio de aceites de pintura cuando llamó el rey y le dijo que iba a verle. Se presentó con la reina, tomaron vino, pan con aceite y tomate y algo de sobrasada, lo que había en la despensa mientras comentaban chismorreos y juergas nocturnas de verano. Estuvieron horas. Así eran.

 Las noches se alargaban hasta el amanecer en Portals o en Gomila tras una cena en familia en Flanigan, el Fortuna zarpaba casi a diario rumbo a calas de un azul tan intenso que duele recordarlo y más desde la sequedad castellana de La Zarzuela, y cuando se regresaba a casa, tras los portalones, se olía a pino y a césped recién cortado, a tierra mojada y a sal. En Marivent siempre huele a mar. En esta casa, en ese barco que ha perdido incluso su nombre y que ya está en venta, se recibían cada año también a lo más relevante de la sociedad internacional Una imagen de la marca España impagable. Dirigiendo esa orquesta estaba ella, enamorada de su casa mallorquina, y por eso empeñada en darla a conocer al mundo y consciente del privilegio, queriéndola, compartiéndola con él. Lo ha dicho ella misma, no es una invención periodística, si un día deja de ser la esposa del Jefe del Estado, porque reina lo será hasta la muerte, se retirará a Marivent, su verdadero hogar, donde se siente más mediterránea y cercana a sus orígenes


En Palma es feliz, y se le nota incluso en los momentos más complicados. Su rostro se relaja, como se relajan sus andares y su indumentaria. En Palma ahora está sola, es cierto, aunque no del todo, pero todavía manda. Llega a Mallorca y ya sólo usa la cruz de Calatrava o el cordoncillo de oro grueso enrollándose entre multitud de cadenas y dijes que cuelgan sobre camisolas pijama de colores estridentes. Cuentan que le gusta madrugar, 8.30, y que sus desa-yunos son ligeros. Lee la prensa, y tras respirar profundamente, medita, tras la balconada neorenacentista.


 Era muy feliz cuando tenía a todos, hijos, nietos, hermanos y sobrinos en casa. Hoy esa unidad familiar parece imposible. Los griegos han regresado a su país, este año tampoco hemos visto a su hermana la princesa Irene, que es su sombra, ni tampoco a su prima la princesa Tatiana Radziwil. Otra sombra. Dos buenas amigas, pero hay más, Sandra Marone y sus hermanas, las Juan de Sentmenat que la acompañaron en una inesperada excursión por la isla tras la primera declaración frente a Castro del duque de Palma.

 No lo olvidemos. Se lanza a su trabajo de reina, que es de 365 días al año, sin fines de semana ni vacaciones. Porque ser reina es una condición que, como el ser madre, ocupa las veinticuatro horas del día. Todo esto mientras llueven las críticas sobre su familia y cuando cada vez parece más difícil que doña Letizia pueda ser su sucesora, mientras por lo que tanto luchó parece desvanecerse en medio de una tormenta como las que azotan su palacio al final de cada verano, cuando la reina se dispone a abandonar, sin cerrarla del todo, una casa que se había quedado pequeña y que ahora es demasiado grande.

miércoles, 7 de agosto de 2013

sábado, 3 de agosto de 2013

La Reina logra por fin la foto con todos sus nietos

Muy complicada debido a la costumbre ya establecida de Letizia Ortiz de acudir a Palma días depués de que lo haga su marido,y esperando casi siempre a que se vayan los hijos de las infantas ,impidiendo así que sus hijas convivan con los primos y se fotografíen con ellos.

En esta ocasión sin embargo,Doña Sofía ha podido ejercer de feliz abuela al completo.

Ha sido en las instalaciones de la escuela de vela,en Calanova,donde hizo entrega de los diplomas al resto de nietos que han participado en un cursillo de esta disciplina.